lunes, 11 de julio de 2016

BASTA YA


Hace unos años, cuando ETA asesinaba vilmente a diestro y siniestro, la España que hasta ese momento había permanecido silenciosa, la España pacífica, la España democrática, estalló de rabia y de impotencia, perdió el miedo y salió a las calles con una consigna: BASTA YA.

Tomo ahora prestadas esas dos palabras que dicen tanto en tan poco. BASTA YA. Y las escribo en mayúscula como un grito, como un clamor, como miles de voces cansadas de estar calladas y recibir cada día vejaciones, insultos, amenazas y humillaciones. Su delito: ser aficionados a los toros.

Escribo sobre el recuerdo aún caliente de Víctor Barrio, muerto el pasado sábado en la Plaza de Teruel. La brutalidad de los ataques que ha sufrido su viuda, más propia de dementes que de quien quiere defender unos postulados antitaurinos en la vida, que ese es también su derecho, ha sido la punta del iceberg para que la sociedad española se entere de una vez de lo que está ocurriendo en torno a los aficionados taurinos. Frases irrepetibles, crueles, con una maldad que da miedo, que corta la sangre. Nadie, ningún ser humano, merece eso. Nadie.

Quienes somos taurinos, profesionales y aficionados, sabemos que esto no es un hecho aislado. Esto es el pan de todos los días, que ahora cobra una dimensión mayor por la pérdida de una vida, por el drama que vive una familia de sangre y la gran familia del toro. Hace poco menos de un año, mientras otro joven torero malagueño se debatía en una UCI de Salamanca entre la vida y la muerte, los mismos dementes, los mismos terroristas de las redes, lanzaban las mismas consignas y le deseaban la muerte mientras su familia permanecía destrozada apostada en la puerta a la espera de un milagro.

Y así antes. Y antes. Y así sistemáticamente cada vez que un torero cae herido y hay seres que se llaman humanos que celebran sus percances y le desean la muerte y los insultan y los vejan. A ellos, a sus familias, a quienes asistimos a las plazas, donde nos insultan ante las mismas narices de los cuerpos policiales sin que nunca pase nada, como quien oye llover.

No. No somos asesinos. No somos hijos de puta, ni trogoloditas, ni sádicos, ni todas las lindezas que nos escriben o nos gritan a las puertas de las plazas grupúsculos de fanáticos en concentraciones permitidas por las Subdelegaciones del Gobierno de turno. Yo no he visto aún concentraciones así a la puerta de las iglesias, de los teatros, de los cines, de los estadios.

Vivimos en un país al que le costó cuarenta años de silencio recobrar la palabra y la libertad, la tolerancia, el respeto, la convivencia. Defendemos y protegemos a aquellos colectivos que son lapidados, denunciamos su discriminaciones. Pero nadie, NADIE, defiende a los miles y miles de taurinos que cada día tienen que bloquear en las redes sociales a violentos de palabra que amenazan, insultan y nos niegan el derecho al honor, la igualdad, la libertad que proclama la Constitución. Lo ocurrido con la familia de Víctor Barrio debería ser para actuar de puro oficio.

El mundo taurino vive con dolor la muerte de un joven torero y con estupor el linchamiento a su viuda y a su familia. Pero no es nada nuevo. Ha tenido que morir Víctor Barrio para que una parte de la sociedad descubra cómo campan a sus anchas seres que muestran lo peor de la humanidad, seres que anteponen la dignidad animal a la de las personas, con sus valores morales totalmente traspuestos, con un odio que no se puede entender. Seres a quienes les resulta demasiado fácil, demasiado barato, insultar y pisotear la dignidad de las personas, vivos y muertos, porque no conocen el respeto ni en las horas más dolorosas de familias destrozadas.

BASTA YA. La Fundación Toro de Lidia, la Asociación Internacional de Tauromaquia, las asociaciones profesionales, las asociaciones y federaciones de aficionados, los ganaderos, los empresarios, los aficionados, los no aficionados, los antitaurinos de bien (que también los hay, muchos, humanos, pacíficos, amigos míos) tenemos que elevar la voz contra ellos, contra los violentos, frenar esta locura.

El mundo del toro tiene que exigir el cumplimiento de la ley, sanciones, multas e incluso cárcel para este terrorismo del siglo XXI que vierte basura que da pavor leer. El mundo del toro tiene que plantarse ante el Ministerio de Justicia, ante el Tribunal Constitucional, ante los cuerpos de seguridad y judiciales, ante los medios de comunicación que desconocen y manipulan la realidad sin ningún tipo de consecuencia. Medios que desvirtúan la realidad de un colectivo de millones de personas que no somos delincuentes ni ciudadanos de segunda. No necesitamos una ley especial, nos ampara la Constitución.

BASTA YA. El mundo del toro tiene que salir a la calle y dar la cara, sentarse con políticos, reclamar nuestra libertad y nuestra dignidad, nuestra defensa. Ya no podemos seguir callados. Nuestra educación, nuestro silencio, nuestra pasividad, nos hace cómplices de quienes nos insultan y amenazan. Y de este carro tienen que tirar, principalmente en lo económico y en lo mediático, aquellos que pueden, no los pobrecicos aficionados que hacen un auténtico sacrificio para ir a la plaza. Nosotros podemos alzar la voz; ellos, mover el mundo.

Representantes del PP y del PSOE acudían hoy a dar el último adiós en Sepúlveda al joven torero muerto. Su mejor homenaje, a él y a todo el toreo, sería defender en las instituciones públicas de la misma forma nuestro derecho a ser, nuestra libertad, nuestra dignidad como personas. Ya no valen medias tintas. Somos taurinos, somos seres humanos. Y queremos ser libres.

BASTA YA.

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